Situada en la Vereda de Igualeja, la Casa de los Guardas sirvió para el control por los guardas forestales del monte público de Estepona. En ella vivían varios guardas forestales que ocupaban pequeñas dependencias en torno a un patio, a veces junto a sus familias.
Al patio también miraban las cuadras para las caballerías, imprescindibles para estos vigilantes de la sierra en su faena de control del ganado suelto, la tala de árboles, el trasmocho para el ramoneo, el cambio de posición de los mojones, la caza o el contrabando.
La importante superficie forestal de Sierra Bermeja ha motivado que, desde muy antiguo, la explotación de los recursos que ofrecen sus bosques haya tenido un importante lugar en el conjunto de las economías locales de la comarca. Especialmente a partir del siglo XVIII, con los deseos de los Borbónes por fomentar la marina de guerra y mercante, las necesidades madereras ejercieron una gran incidencia en el modelo del paisaje forestal de la sierra y en el desarrollo de la actividad silvicultora. Sierra Bermeja contaba en 1.749 con casi tres millones de pies de árboles censados en sus montes.
Carboneros, madereros, arrieros o pegueros han sido oficios tradicionales ligados a esta enorme masa forestal. De entre estas actividades, los pegueros obtenían la pez o brea de la resina procedente de los pinos en pequeños hornos que aún se pueden localizar por la sierra. Pero será a principios del siglo XX cuando esta actividad irrumpe a gran escala en Sierra Bermeja de la mano de «La Unión Resinera Española» (LURE). En 1905 ya existía una fábrica de resinas y pabellones para trabajadores en el paraje de La Boladilla (Estepona). Al principio, la empresa desarrolló una intensa labor repobladora en los montes, aunque empleando únicamente pino resinero, lo que configuró el actual paisaje arbóreo de Sierra Bermeja. Según los archivos de la compañía, la fábrica de Estepona fue una de las más productivas de las 25 que llegó a tener LURE en toda España y que explotaban el 60% de la resina nacional.