Ruta de dificultad baja ideal para una actividad relajada a pie, en bicicleta o a caballo. El itinerario siempre discurre por la pista principal.

Tras la rampa inicial de escasos 20 metros, la ruta continúa subiendo en una pendiente constante no muy pronunciada y con un piso de tierra bastante homogéneo. En estos primeros kilómetros atraviesa un precioso alcornocal donde se ubica el Cortijo de Nicola, al que llegamos tras coronar las primeras cuestas.

El cortijo es una construcción que data de 1780 y que representa uno de los elementos de mayor interés etnográfico de todo el municipio, tanto por la entidad de la construcción como por el papel representado a lo largo de su historia, ya que actuó como elemento vinculador entre los asentamientos rurales del valle del Castor y el valle del Velerín, con una posición de privilegio por estar muy próximo al Camino de Igualeja y cercano a la Vereda de Jubrique, importantes vías históricas de comunicación entre la costa y el interior de la serranía. El cortijo es un elemento también vinculado al pasado viticultor que tuvo hasta finales del siglo XIX la economía del municipio.

Una vez superado el cortijo de Nicola, el itinerario vuelve a ser en ascenso con una pendiente suave y en un recorrido emboscado. Esta segunda fase termina coronando junto a un gran algarrobo, que denota el tipo de suelo que estamos recorriendo, esquistoso.

A partir de este momento el alcornocal desaparece para dar paso a un pinar de pinos resineros: el Pinar de Nicola. Continúa el ascenso pero en esta ocasión el terreno ya está acercándose al piedemonte bermejense por lo que va tornándose más irregular y pedregoso: ya estamos sobre suelos de peridotitas.

Tras superar unos 3.6 kilómetros el itinerario llega a su objetivo en la conocida como Casa de los Guardas. Esta construcción sirvió para el control por los guardas forestales del monte público de Estepona. En ella vivían varios guardas forestales que ocupaban pequeñas dependencias en torno a un patio, a veces junto a sus familias. Al patio también miraban las cuadras para las caballerías, imprescindibles para estos vigilantes de la sierra en su faena de control del ganado suelto, la tala de árboles, el trasmocho para el ramoneo, el cambio de posición de los mojones, la caza o el contrabando.

El regreso al punto de inicio es por el mismo itinerario. No hay puntos donde abastecerse de agua.